Ni reales ni pesetas, ‘pellofes’



No fue moneda de curso legal, ya que no las emitió un Estado o un monarca, pero si atendemos al largo periodo de tiempo en el que circularon y se usaron —desde finales de la Edad Media hasta bien avanzado el siglo XX—, las pellofes o plomos, unas pequeñas fichas metálicas utilizadas en muchas comunidades religiosas de Cataluña, Valencia y Mallorca, podemos considerarlas las emisiones que más han perdurado en el tiempo. Pero su perdurabilidad, su gran variedad, ya que se han localizado cerca de novecientos modelos, y su difusión, no han ido paralelos a su conocimiento ya que se trata de un patrimonio prácticamente desconocido. Un congreso organizado por el Gabinete Numismático de Cataluña del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y un libro publicado recientemente arrojan luz sobre estas emisiones que, en la mayoría de casos, consiguieron traspasar los muros religiosos y acabaron circulando por su entorno como moneda menuda.

Las pellofes servían para pagar a los miembros de las comunidades su participación o asistencia a los actos litúrgicos. Desde cantar en el coro —de ahí la denominación castellana ‘tantos de coro’—, hasta asistir a procesiones, misas de difuntos o de fiesta mayor, hacer plegarias para acabar con las numerosas plagas que hacían peligrar las cosechas, rogativas para que lloviera, oficiar bodas, enterramientos o aniversarios y un largo etcétera. Estaba claro que era un incentivo para los no siempre voluntariosos religiosos. Albert Estrada-Rius, conservador del Gabinete Numismático e impulsor de las jornadas y la publicación recuerda que en la documentación consta como para recibir estas pellofes y dar por buena la asistencia, había que participar en el oficio desde el principio hasta el final, hacerlo de una forma activa, cantando y celebrando. El administrador de la comunidad, cuando liquidaba las mensualidades a los religiosos, las cambiaba por moneda de curso legal.



Gracias a estas jornadas se han localizado nuevas piezas y se han realizado nuevas atribuciones, además de comprobar que también los monasterios acuñaron pellofes, algo que no se sabía. En Sant Cugat se localizó un conjunto en el interior de un armario de la rectoría y en Sant Pere de Rodes apareció otro en una excavación arqueológica conservado dentro de la bolsa donde las guardaba el administrador.

La mayoría de estas pequeñas piezas son redondas como las monedas, pero también las hay cuadradas, en forma de escudos y ovaladas y tienen un tamaño que va desde el centímetro y medio hasta los tres. Muy pocas llevan impresa la fecha en que fueron emitidas. “En la iglesia de Sant Server de Barcelona se conservan tres piezas de un sueldo, dos sueldos y un dinero y cada una de una forma diferente, para que sean fácilmente distinguibles”, explica el investigador. Todas son objetos parlantes ya que llevan impreso el emblema del centro religioso, la imagen o las iniciales de su origen: como la cebolla que identifica la iglesia de Sant Felix de Sabadell, los dos ojos de Santa Lucía de Vilafranca, un pino y una o dos piñas las de Santa Maria del Pi, una M en el caso de Santa Maria del Mar, una gran cruz las de la catedral de Barcelona, unas llaves de San Pedro con mitra en la catedral de Vic o dos fémures cruzados con un cráneo en el caso de las de Esparreguera. “Aunque futuros estudios obligarán a cambiar atribuciones", remarca Estrada-Rius. En las jornadas han tomado valor las bolsas donde se guardaban; todas de piel, con abrazaderas de madera y compartimentos para separarlas según sus valores. En la catedral de Barcelona se guardaba en un armarito en el centro del coro.

El congreso ha servido también para comprobar que Mallorca es el único lugar donde se acuñaron siempre en plomo mediante unos moldes, obteniendo piezas más gruesas, mientras que el resto se elaboraron por acuñación a martillo a partir de unas matrices de hierro sobre unas láminas de metal, generalmente de latón. “Sin duda el sistema primero empleado fue el fundido, el encuño a martillo fue posterior y a pesar del cambio de la técnica y material, el nombre perduró”, aclara el numismático.



Uso no religioso

Hasta la desamortización del siglo XIX casi todas las ciudades y pueblos contaban con un centro religioso importante en el que se pagaban con pellofes a sacerdotes, beneficiados y presbíteros. No es de extrañar que estas piezas acabaran saliendo fuera de los templos. “Hay que tener en cuenta que la calderilla escaseaba pese a que es la que más se utiliza, por lo que muchas veces estas fichas son sustitutivas. Además, un cura y un canónigo tenían credibilidad y en las pellofes aparecían los símbolos de las catedrales y las iglesias que avalaban el valor real que garantizaban que se acabaría cobrando. Por eso fueron aceptadas”. Pero la situación creó conflictos. “En la documentación se conserva actas de reuniones de los capítulos en los que se prohibía e intentaba controlar la salida de estos plomos y su uso no religioso”.

Fuente:elpais.com

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